Un talismán de protección
Para los nativos de Arizona, la turquesa no era solo ornamental. Se utilizaba como amuleto en rituales y en la vida diaria, ya que creían que protegía contra los espíritus malignos y los peligros del viaje. Los guerreros Navajo la llevaban incrustada en sus armas y monturas, creyendo que les daría fuerza y precisión en la batalla. Para los agricultores Hopi, era una piedra que garantizaba lluvias y cosechas abundantes.
La Turquesa también se convirtió en el corazón del arte nativo americano. Los joyeros Zuni y Navajo perfeccionaron la técnica de incrustar esta piedra en plata, creando brazaletes, collares y pendientes que no solo eran adornos, sino objetos cargados de significado espiritual. Cada pieza era única, como un poema visual que conectaba a su creador con las fuerzas naturales.